Nunca superó el terror a la página en blanco. Sentado frente al ordenador, se imagina las letras golpeando su cerebro, como si fuese una vieja máquina de escribir. Qué tiempos aquellos… Prefería encestar bolas de papel antes que usar el típex. Eso le relajaba. Ahora, para combatir el estrés, aprieta una bola del mundo.
Señor ministro, damas y caballeros, compañeros y amigos: aceptar este premio, con el que tantas veces he soñado, me llena de orgullo. Cuando recibí la noticia, vinieron a mi mente los nombres de algunas personas que han marcado mi vocación; entre ellas, doña Nieves, la maestra que me enseñó a leer…
Lástima que esa mujer muriese sin haberle visto en la tele. No habría tenido más remedio que tragarse sus palabras. Es rencoroso. Siempre supo que valía, a pesar de las humillaciones. Su ambición nació de cara a la pared y con orejas de burro. Más adelante, se daría cuenta de que el talento no basta para triunfar; ni siquiera es necesario. Dejó de ser honesto. Si uno se niega a pasar por el aro, siempre hay alguien esperando para ocupar su lugar. Lo afirmó su agente en un artículo escrito por una becaria que rechazaba todas las invitaciones a cenar. Esa pobre chica estaba empeñada en que lean una tontería a la que llama “mi primera novela”. Él también sabe lo que es pasar por eso. Prefiere olvidarlo. Cuando conoció a su agente, al fin aprendió el oficio de escritor. Su gran oportunidad no tardaría en llegar.
Señor ministro, damas y caballeros, compañeros y amigos: aceptar este premio, con el que tantas veces he soñado, me llena de alegría…
Al terminar la redacción de su discurso, mira el reloj. Le sorprende que no le hayan llamado todavía. Como todas las mañanas, se dispone a leer el correo. En la bandeja de entrada hay varias alertas de Twitter. Está deseando anunciarlo, pero debe esperar a que le den la noticia. Es lo pactado. Al entrar, sus ojos se fijan en un nombre que le suena. Decide enviar un mensaje a la becaria de su agente: alguien llamado igual que ella es trending topic. Entonces se fija en que también se “habla” del premio que aún no le han concedido. Qué raro. Una idea imposible le viene a la cabeza. Se queda paralizado frente a la pantalla, sin atreverse a hacer clic.
Comentarios
Aún no hay comentarios.